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En realidad, todos los hombres aquí fotografiados son un solo hombre. Un hombre que se repite por millares en Sudamérica. Son ellos los que trabajan de sol a sol en el campo, o pasan la vida en una fábrica armando objetos que nunca podrán comprar. Los que alzan sus casas con sus propias manos, comen poco para terminar el techo y deben siempre varias cuotas al negocio de electrodomésticos de la estación. Son también ellos los que un día anotan buenos goles en la cancha del barrio, sueñan con ser Maradona, y poco tiempo después hacen las cuentas con la realidad, mientras apoyan el mate sobre sus panzas ya crecidas y cuentan hijos bajo la parra de sus casitas todavía sin terminar.
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